David y Goliat son personajes bíblicos. Goliat es un gigante guerrero filisteo (palestino) derrotado por el joven pastor David (Israel) con una honda y una piedra. La contienda denota popularmente el desequilibrio de un oponente pequeño y débil que enfrenta a un adversario grande y fuerte. Hoy asistimos en vivo a una contienda desigual, invertida la narración bíblica entre el David palestino y el Goliat de Israel, potencia bélica que según el Instituto para la Paz de Estocolmo gastó 23.000 millones de dólares en defensa el 2022.

Para el sionismo, ideología nacionalista que desde el siglo XIX promueve un estado independiente israelí en Palestina y que inspira al régimen de ultraderecha del primer ministro Benjamín Netanyahu, Israel es un Estado judío solo para los judíos. Una ley de rango constitucional aprobada por el parlamento (Knéset) el 2018 consagró a Israel como “la Nación-Estado del pueblo judío”.

Israel es una entidad colonial y de ocupación beligerante que mantiene un régimen de segregación contra la población originaria del territorio ocupado desde la Nakba (catástrofe): limpieza étnica que se perpetúa desde 1948. Palestina es en la Franja de Gaza y en barreras sanitarias que Israel construyó en Cisjordania lo que fue el Ghetto en la Varsovia ocupada por el nazismo, con poblaciones desplazadas de sus hogares, concentradas entre muros, con limitadas posibilidades de supervivencia material, identificadas étnica, racial y religiosamente, y que se extermina indiscriminadamente por aire y tierra. El bloqueo ilegal impuesto por Israel los últimos 16 años hace de Gaza la cárcel al aire libre más grande del mundo.

Desde el 7 de octubre, tras incursión del movimiento de resistencia Hamás en territorio ocupado por Israel, Netanyahu ordenó cortar suministros de agua, alimentos, luz y comunicaciones a 2,3 millones de personas en los 300 kilómetros cuadrados de la Franja de Gaza, iniciando bombardeos a casas, escuelas y hospitales, sometiéndolas a condiciones de existencia insostenibles para la vida. Los palestinos de Gaza sufren las más graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario de años recientes: bombardeo al Hospital Al Ahli Arab con más de 500 muertos, ataques a ambulancias con heridos y a líneas de oxígeno en el Hospital Al-Shifa, bombardeo al campo de refugiados de Jabalia con más de 4 mil palestinos, entre otras.

El Derecho Internacional Humanitario en los Convenios de Ginebra de 1949 limita los conflictos armados, protege a civiles y define que atacarlos, a sus hogares o bienes necesarios para sobrevivir, interferir en ayuda humanitaria, dirigir ataques a hospitales y usar armas que no distingan entre combatientes y civiles, como fósforo blanco, son crímenes de guerra. Lo que Israel y su aliado Estados Unidos definen como defensa, son represalias y castigo colectivo. En llamado a palestinos del norte de Gaza a “evacuar”, exigiendo a 1,2 millones de civiles reubicarse en el sur, sin garantía de retorno, hay traslado forzoso.

Israel ha matado a más de 10 mil palestinos, 4 mil de ellos niños. Francesca Albanese, relatora de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, define esto como Genocidio. El término Genocidio se forma del griego genos: «raza o pueblo», y del latín cide: «matar». El Genocidio o “crimen de crímenes” se origina en el Holocausto contra los judíos por el nazismo en la Segunda Guerra Mundial y en los juicios de Nüremberg de 1946. La Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de 1948 lo define como actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como la matanza de miembros del grupo, la lesión grave a su integridad física o mental y su sometimiento intencional a condiciones de existencia que acarreen su destrucción física, total o parcial.

El Genocidio es recogido por los Tribunales Penales Internacionales ad hoc para la ex Yugoslavia de 1993 por el asesinato de 8 mil musulmanes bosnios por el ejército serbio en Srebrenica en 1995, y para Ruanda de 1994 por el exterminio del pueblo Tutsi por el gobierno Hutu, y por el Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional permanente en 1998 para crímenes de lesa humanidad, guerra, genocidio y agresión. Israel no lo ha firmado, pero Palestina lo ratificó el 2015, y desde el 2021 la Fiscalía de la Corte investiga crímenes de Israel en territorios palestinos ocupados (Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este), y denuncias de Amnistía Internacional y Human Rights Watch por el sistema de dominación y crimen de lesa humanidad de Apartheid por incautación de propiedades, demolición de viviendas, restricciones de movimiento y negación de nacionalidad y ciudadanía a palestinos.

Para el historiador judío Ilan Pappé los judíos israelíes desde la infancia adoptan una percepción racista del palestino para no sentirse interpelados moralmente por sus crímenes. El ministro de defensa, Yoav Gallant, los define como “animales humanos” y la diputada del Likud (partido gobernante en Israel), Tally Gotliv, y el ministro de patrimonio Emichai Eliyahu, llaman a aniquilarlos con armas nucleares. Su campaña de propaganda Hasbará califica toda condena como persecución o antisemitismo: con secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, por afirmar que Gaza es un “cementerio de niños”, o con el presidente Gabriel Boric, por el embajador de Israel Gil Artzyeli, por condenar la ocupación y llamar a consultas al embajador de Chile en Israel.

La comunidad internacional debe exigir a Israel el fin de los ataques a Gaza, anular orden de “evacuación” que ha desplazado a más de un millón de personas, reparto de ayuda humanitaria, levantar bloqueo ilegal y poner fin a ocupación de territorio palestino, y a Estados Unidos imponer embargo de armas y evitar declaraciones que legitimen los crímenes cometidos. El convencionalismo internacional y los Derechos Humanos están en riesgo. Craig Mokhiber, ex director de Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), advirtió en su renuncia que la organización está fracasando una vez más al no poder prevenir al mundo de otro Genocidio.