La calidad en la educación no sólo tiene efectos sobre el futuro laboral y profesional de las y los estudiantes, sino que tiene un efecto en la sociedad, en la convivencia y en la democracia. La calidad en la educación no es sólo un imperativo individual con cada estudiante, sino que es un imperativo colectivo, porque con una pobre educación tendremos una pobre democracia.

En relación con el lenguaje, no hay coincidencia en el volumen de vocabulario de chilenas y chilenos, pero es común leer y escuchar de parte de expertos que una niña o niño, al entrar al sistema escolar domina 400 palabras, y ese mismo estudiante que saca 500 puntos en la prueba de admisión universitaria, y por lo tanto se ubica en la mitad de la tabla, utiliza en promedio un vocabulario de 800 palabras. En doce años sólo duplican el número de palabras que dominan y utilizan. En promedio, un adulto tendría un vocabulario un poco mayor, pudiendo llegar a utilizar entre 1.000 y 2.000 palabras.

Las palabras son importantes, pues el lenguaje es la característica de los humanos, es lo que nos permite pensar y comunicar pensamientos. Mientras mayor es el vocabulario que dominamos, mayor es la capacidad de abstracción, de pensamiento y de desarrollo intelectual. Por el contrario, como dice el profesor José Maza, “con dominar pocas palabras no puedes tener un pensamiento complejo”, ni menos un pensamiento crítico.

Si al pobre nivel de vocabulario agregamos que, según un estudio de la OCDE, el 53% de los adultos chilenos se encuentra en un nivel bajo de comprensión lectora, podemos encontrar una buena explicación de por qué la comunicación efectiva se ha convertido sólo en una batalla de titulares o como se dice en jerga periodística de “cuñas”.

Sin vocabulario suficiente no hay capacidad de pensamiento complejo, y no hay capacidad de pensamiento crítico. ¿Cómo entonces lograr una conversación o diálogo social tendiente a profundizar la democracia? La mala calidad de la educación debilita la democracia y quedamos a merced de líderes populistas que hacen promesas que resultan imposibles de procesar por el ciudadano común.

En el caso del largo proceso constitucional, que ya va a cumplir cuatro años desde la firma del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, la discusión pública ha sido pobre y basada en titulares o consignas simples, que esconden y desfiguran la complejidad de lo que significa escribir una nueva Constitución.

El lenguaje es un pilar fundamental en la construcción social y todo esfuerzo tendiente a expandirlo es bienvenido. Incentivar la lectura desde la cuna a través del ejemplo y profundizar en la etapa escolar es una responsabilidad de la sociedad. Que la enseñanza del lenguaje no sea sólo con fines económicos y/o productivos, o para enfrentar evaluaciones académicas, sino también, y principalmente, con fines argumentativos, críticos, artísticos y culturales.

Una sociedad con mejores niveles educativos y culturales trae consigo una mejor democracia.

Por:  Marcelo Trivelli Oyarzún.

Presidente Fundación Semilla.