Por: Dr. Carlos Ibáñez, coordinador de la Red Salud Mental es Salud (*)

 

La triste polémica suscitada a propósito de la denuncia de la Ministra Yarza en contra de profesionales del Hospital Del Salvador de Valparaíso por acciones calificadas como tortura resulta una muestra de la precaria situación en que se encuentran los establecimientos de salud mental en nuestro país.

No ha pasado un año desde el fatal incendio ocurrido en un hogar protegido en San Felipe donde murieron seis pacientes dados de alta del Hospital de Putaendo que estaban en proceso de reinserción social. En tanto, cientos de personas siguen deambulando con sus familiares buscando –sin éxito– alguna cama de hospitalización frente a crisis suicidas o de agresividad por trastornos de salud mental.

Para qué hablar de la falta de horas disponibles para ingresar e incluso hacer seguimiento de pacientes que ya se encuentran en tratamiento.

Esta realidad está en gran parte causada por la falta de financiamiento de la salud mental, que hemos denunciado en repetidas oportunidades, haciendo eco de los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud.

La ‘Ley 21.331 del reconocimiento y protección de los derechos de las personas en la atención de Salud Mental’, promulgada en abril de 2021, garantiza “la equidad en el acceso, continuidad y oportunidad de las prestaciones de salud mental, otorgándoles el mismo trato que a las prestaciones de salud física (…) y no sufrir discriminación por su condición en cuanto a prestaciones o coberturas de salud”.

Lamentablemente vemos que estos derechos están muy lejos de ser realidad.

El reciente anuncio de la Ministra de Salud –señalado también en el programa del Presidente Boric–que compromete aumentar el presupuesto de salud mental hasta alcanzar un 6% del presupuesto de salud al finalizar este Gobierno, podría considerarse como una luz al final del túnel para revertir la desmejorada infraestructura y capacidad instalada para la atención de salud mental de nuestra población.

Consideramos que las personas merecen conocer una hoja de ruta clara y que resguarde un sistema que desarrolle equilibradamente los tres niveles de atención y la prevención.

El trabajo conjunto entre organizaciones de pacientes, profesionales, sociedades científicas y académicas y el Gobierno es una gran oportunidad para superar esta crisis.

 

(*) Adhieren:

Flavia Alvares, presidenta Círculo Polar

Hilda Cerda Espíndola, presidenta CORFADICH

Juan Pablo Jiménez, Investigador MIDAP

Vania Martínez, Directora Núcleo Milenio IMHAY

Javier Pinto, secretario general de Asociación Psicoanalítica Chilena, APCH

Nadia Ramos, presidenta Asociación Chilena de Estrés Traumático

Pablo Salinas Torres, director del Departamento de Psiquiatría Oriente, Universidad de Chile

Álvaro Wolfenson, GDT de Enfermedades del Ánimo SONEPSYN

Atahualpa Granda, Sociedad Chilena de Salud Mental

Mario Valdivia, Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia, SOPNIA