Desde hace más de dos años el mundo  ha entrado en un pánico colectivo digno de las mejores películas de los virus de Hollywood. Todo gracias al impecable y gigantesco trabajo de los medios de comunicación, que habitualmente nos  bombardean  las 24 horas para lavarnos el cerebro convenciéndonos que el COVID-19  es una enfermedad apocalíptica mortal.  ¿Como puede ocurrir esto bajo nuestras narices, sin que nos demos cuenta? Según, Walter Lippmann, un intelectual estadounidense, escritor y dos veces ganador del Premio Pulitzer, las masas son una «gran bestia» y un «rebaño desconcertado» que necesita ser guiado por una clase gobernante. Describió a esta élite gobernante como «una clase experta cuyos intereses van más allá de la localidad».  Según Lippmann, estos expertos, a quienes se suele denominar «élites», son  una maquinaria de conocimiento que elude el defecto primario de la democracia, y que es, el imposible del «ciudadano omnicompetente». El pisoteante y rugiente «rebaño desconcertado» tiene su función:  ser «los espectadores interesados de la acción», pero en ningún caso, los participantes. La participación debe corresponder al «hombre responsable», que no es el ciudadano común. Por lo tanto, los medios de comunicación y la propaganda se transforman en las herramientas utilizadas para gobernar al público sin coacción física, a través de la «fabricación del consentimiento», que es simplemente, la manipulación de la opinión pública para aceptar la agenda de esta  élite. 

Es la opinión de Lippmann,  que el público en general  no está calificado para razonar y decidir sobre asuntos importantes. Por lo tanto, es transcendental que la élite decida «por su propio bien» y luego venda esas decisiones a las masas. “Creo que la fabricación del consentimiento es capaz de grandes refinamientos que nadie, creo, niega. El proceso por el cual surgen las opiniones públicas y las oportunidades de manipulación abiertas para cualquiera que entienda el proceso son bastante claras como resultado de la investigación psicológica, junto con los medios modernos de comunicación, la práctica de la democracia ha dado un vuelco, solía decir.

De esta manera y con el pretexto de protegernos de los mortales contagios del COVID-19, los gobiernos  han restringido las libertades públicas a su mínima expresión. Las élites plutócratas han realizado negocios millonarios, y se ha logrado someter a la población mediante el terror. Todo un logro del globalismo y sus medios. La gran estafa del siglo XXI.

Sobre todo, si comprobamos que no existe ni ha existido nunca una enfermedad tipo pandémica provocada por un coronavirus del cual ni siquiera está demostrada científicamente  su existencia.  Se trata simplemente de un gigantesco montaje que lleva años preparándose, que la inmensa mayoría de la sociedad se ha creído y forma parte del intento de imponer un Nuevo Orden Mundial. 

Así, según WorldMeters al  08 de enero de 2022  en el mundo había registrados 305.307.592 «casos» de Covid-19 y habrían fallecido por su causa 5.501.279 personas,  Pues bien, como en el planeta hay según ese mismo organismo 7.918.959.100 habitantes se habría infectado el 3,85% y muerto el 0,069%. En pocas palabras, tras casi dos años de supuesta pandemia el 96,15% de la población no se ha «infectado» y el 99,93% ha sobrevivido a tan «peligrosísimo virus».  Eso aceptando que las cifras oficiales sean reales cuando ni eso es verdad porque cuando se habla de «casos confirmados» de contagio lo que se está reflejando es cuántas personas han dado «positivo» a los test y la fiabilidad de estos es NULA. En resumen, ni siquiera admitiendo las cifras oficiales de supuestos «contagiados» y «muertos por» Covid puede afirmarse que existe en el mundo un peligroso coronavirus que ha provocado una pandemia porque oficialmente  la supervivencia es del ¡99,93%!

Recordemos, que  Covid-19 fue declarada una enfermedad pandémica por la OMS el 11 de marzo de 2020 y el 30 de enero ya la había considerado “una emergencia de salud pública de preocupación internacional”. Esto fue posible porque once años antes, en mayo de 2009,  ese organismo decidió cambiar los criterios para declarar una pandemia y así imponer más fácilmente sus propuestas y medidas a los gobiernos, algo que sugiere que esta «pandemia» lleva muchos años maquinándose . Y es que Bill Gates y muchos otros han creado  una densa red de organizaciones sanitarias controladas mediante inversiones y haciendo “donaciones”. Su  intención pública  es inocular vacunas a toda la población del planeta “por su bien”.

Resumiendo, el timo de la Covid-19 no hubiera sido posible sin la estudiada decoración que tuvo lugar en todo el mundo con clara implicación de organizaciones internacionales, gobiernos, parlamentos, partidos políticos, sindicatos, colegios de médicos, sociedades «científicas», periodistas y  otros colectivos. Destacando muy especialmente en él los más importantes medios de comunicación del mundo porque son los que controlan el 95% de la información del planeta y pertenecen a los mismos grupos de poder y nos han metido  hasta por las narices toda la propaganda gobbeliana de esta falsa pandemia. 

Una advertencia, en ningún caso es la intención de este artículo, señalar que una persona enferma no deba extremar los cuidados para su recuperación, sino su objetivo es de colocar las cosas en su real contexto: Según los últimos estudios inmunológicos, la tasa general de letalidad por infección (IFR) de covid en la población general es de aproximadamente 0.1% a 0.5% en la mayoría de los países, que es más cercana a las pandemias de influenza media de 1936, 1957 y 1968.