Al día siguiente de la Gala del Festival de Viña 2023, bautizada como “Noche Cero” tuve la oportunidad de estar en una conversación con otras personas de mi generación. Al escuchar comentarios tales como: “fue una indecencia”, “ya no saben qué inventar” y “solo algunos se salvan”, me quedó claro que un evento de esta naturaleza tiene la virtud de dejar de manifiesto, una vez más, la brecha generacional en nuestra cultura y sociedad.

Mientras yo argumentaba que la cultura y el arte no son conceptos estáticos sino dinámicos en el tiempo, recordé haber visto esos días, junto a la noticia que Raquel Welch había fallecido a la edad de 82 años, la icónica foto de la actriz en la película Un Millón de Años A.C. en la que vestía un recatado atuendo de dos piezas que, en la década de los 60, causó muchas críticas por mostrar demasiada piel.

Lo mismo sucede con la parrilla de este año. Ha recibido críticas referidas a que sería demasiado juvenil. Una apuesta arriesgada que, después de dos años de no haberse realizado por la pandemia de COVID-19, busca dejar atrás la nostalgia de artistas consagrados que sólo provocan entusiasmo en sus antiguos fans.

Es nuestra generación la que ha perdido contacto con la realidad juvenil, sus preferencias y sus culturas. Ya no hay una sola cultura, eso es lo más difícil de entender para las y los adultos.

Uno de los ejemplos a destacar fue la presentación de Diego Urrutia, periodista y humorista de 27 años, que tiene casi medio millón de seguidores en TikTok. Sin complejos agradeció a Yerko Puchento, que renunció a presentarse en el festival a sólo días de su comienzo siendo reemplazado por él a última hora. Fue ovacionado por el público recibiendo las gaviotas de plata y oro.

Su rutina se basa en la cotidianidad de la sociedad chilena además de tener un fuerte énfasis en la cultura de las redes sociales, que resulta desconocido para la mayoría de quienes no las usan, no las entienden y lamentablemente critican.

Si bien la brecha generacional que muestra el Festival de Viña del Mar 2023 puede ser intrascendente, nos permite ver una realidad que, en otros ámbitos, como en la educación, tiene efectos devastadores en el desarrollo y aprendizaje de niñas, niños y jóvenes.

Los procesos de enseñanza-aprendizaje bajo los que trabajan las y los profesionales de la educación están directamente vinculados a la época en que nacieron y realizaron sus estudios universitarios. Para aquellos que iniciaron su carrera el siglo pasado lo hicieron bajo el paradigma del modelo pedagógico de transmisión de conocimiento de profesores a estudiantes, estos últimos, considerados meros receptores.

Hoy, con el acceso a nuevas tecnologías y la democratización del conocimiento, las y los profesores deben jugar un rol de facilitadores y de guías, bajo un enfoque socio formativo, mientras que niñas, niños y jóvenes son personas que deben aprender con autonomía. La brecha generacional aún es un obstáculo para la masificación de este nuevo paradigma.

Por: Marcelo Trivelli Oyarzún.

Presidente Fundación Semilla.