- El Dr. Víctor Yáñez Pereira sostiene que la digitalización, sumada a los efectos de la pandemia, ha remarcado un sentido de desapego, despersonalización y deshumanización de la sociedad. La tarea es reflexionar al respecto y promover prácticas de consumo moderado y consciente de las herramientas y contenidos digitales
Tecnología y humanidad, una relación que modifica los vínculos y hace de la interacción una metáfora.
La tecnología avanza y se impone en sociedad, al punto de despojar a la persona de su carácter social para propagar la sensación de desapego.
Esta realidad, se ha agudizado con los efectos y adaptaciones de una sociedad en pandemia, lo cual merece ser analizado como un fenómeno de urgente atención.
Si bien la deshumanización y despersonalización son temas abordados por las ciencias sociales desde comienzos del siglo XXI, para el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Chile en Talca, también director de Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible, IIDS, Dr. Víctor Yáñez Pereira, el fenómeno se hace cada vez más complejo en la era digital, puesto que se instala una especie de barrera invisible que separa a la humanidad del mundo externo.
Noticias como el abandono infantil o de personas mayores, la desintegración de lo vecinal, la falta de compañerismo y la violencia en sus diferentes facetas, ya no generan el mismo efecto en la ciudadanía, dada una nueva alienación o desequilibrio fomentado por las tecnologías.
“Surge un más intenso relativismo de valores, pérdida de sensibilidad social y desinterés, como si nos resignáramos a vivir las calamidades del presente, acentuadas por la derrota que la convivencia enfrenta ante el Covid-19, atacada por distanciamientos, aislamientos, confinamientos… El señor o señora Internet ha venido a afectar el cómo pensamos y analizamos la sobreabundancia de información que corre en línea. Discriminamos menos y creemos más fugazmente, pues el diario y excesivo consumo de datos perturba la capacidad de atender a lo relevante y lo perdurable”, analiza el académico, quien se refiere a un etnocentrismo tecno-científico en el que el “yo” se impone sobre el “nosotros”, ya que los usuarios pueden realizar múltiples tareas, así como consumir variados contenidos desde un mismo lugar», dijo.
La era del desecho
“Nos hayamos en la era del desecho y el continuo reciclaje. Las plataformas, las redes sociales y el mundo cibernético nos permiten modificar las relaciones humanas tan rápidamente como lo hacemos con el vestuario. Estamos a un solo clic de tener aquello que deseamos”, expresa el académico, quien es crítico al señalar que las personas se abstraen frente a los dispositivos tecnológicos y entregan datos personales y bancarios, de consumo y comportamiento a las diversas plataformas digitales, a cambio de contenidos, lo que permite a estas, a partir de los algoritmos diseñados para la captura y venta de datos, penetrar en la convivencia diaria de las personas.
“No se debe olvidar que la tecnología es un medio y no un fin en sí mismo, por tanto, ha de estar al servicio de la persona y no colonizar la vida como una suerte de tecnofilia…Los entornos virtuales no pueden sostenerse en la des-realización. Al contrario, el mundo digital adquiere significatividad en la esfera humana, la sociabilidad y la convivencia, donde no somos mejores por el número de ´Me gusta´ que recibimos en nuestras cuentas sociales, sino por una mayor integridad ética”,reflexionó el Dr. Yáñez .
La metáfora de la interacción
La tecnología facilita el acceso a información y conocimiento, a la vez que acorta distancias y tiempos, para instalar un nuevo esquema de relación. No obstante, deja a la vista una serie de brechas sociales, culturales y económicas, entre quienes pueden o no acceder a ellas.
“La interacción aparece como metáfora, toda vez que en su lugar se impone una ´hiper-conexión funcional´ mediada por la tecnología, donde las subjetividades parecen desprovistas de sentido, tras el primado de un individualismo sostenido en vínculos imaginarios. Entonces, ¿dónde queda la búsqueda de sentido?, que desde el idealismo hasta la hermenéutica contemporánea es el núcleo síntesis de la existencia en el mundo”, se pregunta el investigador.
Yáñez explica, basado en Gilles Deleuze (2011), que el sentido es la frontera entre las propuestas de los sujetos y lo real. Por tanto, la pérdida del sentido impide a la sociedad reconocer entornos y lo que en estos ocurre. Se explora sólo un mundo “ficticio y artificial: el digital y sus imágenes”.
Para el académico, “lo virtual constituye el modus operandi de la despersonalización y la deshumanización”, o como diría Emanuel Levinas (2012), la “Indigencia del Rostro”.