En situaciones difíciles, recurrir al humor es una buena medicina que ayuda a reflexionar y poner las cosas en la correcta perspectiva. La popular serie mejicana, El Chapulín Colorado, en que el superhéroe encarna un saltamontes con humor e inocencia infantil.
Calma, calma, que no panda el cúnico, es uno de sus célebres dichos que utilizaba para aconsejar a su entorno cuando enfrentaban situaciones peligrosas o muy complicadas. La traigo a la memoria porque lo que está sucediendo en nuestro país, en términos de seguridad, merece preocupación y atención, pero está lejos de justificar el pánico que se ha generado en la población.
El miedo se ha propagado como una epidemia llegando a todos los rincones de Chile, incluso a lugares pacíficos y tranquilos lejos de la vorágine de las ciudades. El miedo llegó a las alturas del poder despertando en esas personas las más creativas propuestas para combatir el delito; la mayoría de ellas muy llamativas y poco eficaces.
El miedo está considerado una de las seis emociones básicas y, como toda emoción, llega al ver o imaginar una situación de riesgo. El miedo, asegura la supervivencia, pero hay que ser cuidadosos debido a que el miedo nubla la razón y por lo tanto no es recomendable tomar decisiones más allá de asegurar la supervivencia: luchar o huir.
Cuando una persona experimenta miedo, se activa una serie de procesos en el cerebro que preparan al cuerpo para lidiar con la amenaza percibida. El sistema nervioso simpático se activa en respuesta al miedo provocando un aumento en la frecuencia cardíaca, la respiración y la presión arterial. Además, el cerebro libera hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina, que aumentan la disponibilidad de glucosa en el cuerpo y la activación del sistema inmunológico.
El miedo puede afectar la función cognitiva y la toma de decisiones. La investigación ha demostrado que el miedo puede disminuir la capacidad de atención y la memoria de trabajo, lo que puede dificultar la resolución de problemas y la toma de decisiones efectivas.
Es responsabilidad de las y los políticos enfrentar la inseguridad con eficacia y responsabilidad comunicacional, porque un país inseguro y atemorizado se vuelve más lento, más depresivo, más violento e injusto.
Esta descripción a nivel de país se ve a diario en el ámbito escolar. Una comunidad con miedo a la autoridad, a sus pares, a situaciones de matonaje o de discriminación, es un grupo humano que se estanca, no aprende y no rinde.
En la educación, también es válido decir: calma, calma, que no panda el cúnico y en esa pausa reflexiva tomemos las decisiones para fomentar las prácticas pedagógicas de convivencia.
El miedo es una emoción que nos paraliza, no nos permite avanzar.
Por: Marcelo Trivelli Oyarzún.
Presidente Fundación Semilla.